jueves, 10 de octubre de 2013

El Papa enseña a comprender sin descalificar (Francisco como Otro)


Diario Clarín 10/10/13
Los conceptos vertidos por Francisco en la entrevista publicada en Civiltà Cattolica sobre la homosexualidad, la procreación responsable y el aborto voluntario, temas sobre los cuales la Iglesia Católica ha mantenido posiciones irreductibles, implicanuna significativa apertura que como tal merece una oportunidad reflexiva.
Especialmente por cuanto está basada en el principio de autonomía o mismidad autobiográfica que, como fundamento del constitucionalismo moderno, reconoce en el plan de vida de las personas un ámbito normativo y simbólico exento de intervenciones estatales o de los particulares.
De allí que el “yo no soy quien para juzgar” a los homosexuales y a la mujeres que abortan no solo configura una evidente rupturacon el orden simbólico existente, sino también, la piedra basal de un revolucionario nuevo orden simbólico donde, aún dentro de la lógica del catolicismo, no hay lugar para la “reprobación del infiel”, y en su reemplazo, se construye una práctica de pleno reconocimiento del carácter de persona que ostenta el distinto. Es sumamente positivo, que a través de Francisco, la Iglesia Católica procure abandonar esa suerte de aversión obsesiva de la sexualidad que produjo su vaciamiento intrínseco y se plantee encontrar un nuevo equilibrio donde la propuesta se caracterice por ser más sencilla, profunda e irradiante.
A lo largo de la historia la Iglesia Católica se ha presentado en muchas oportunidades como un Otro que todo lo sabe y lo puede, irreductible, exento de faltas.
Francisco se presenta como un Otro abierto, con faltas, predispuesto a entender sin descalificar. Esto permite proyectar una sociedad en convivencia plural, sin tener que renunciar a las creencias o no creencias que cada uno profesa, porque el Otro incompleto se proyecta en la construcción de un orden jurídico y simbólico donde cada uno puede elegir su camino sin despreciar al otro.
Lo más importante de la apertura expuesta es que deja “fuera de juego” a todas aquellas posturas conservadoras que desde el dogma de fe intentan, una y otra vez, desconocer los planes de vida de las personas e inhibir la construcción del pluralismo social. ¿O acaso desde la posición asumida por Francisco es posible justificar la imposición de la educación religiosa en las escuelas públicas, tal como acontece en la Provincia de Salta?
La aconfesionalidad estatal no puede exigirle a la Iglesia Católica que abandone o modifique sus principios. La libertad religiosa garantiza que sus posturas sean respetadas. La apertura de Francisco puede llegar a proyectar una sociedad donde la elección de la orientación sexual, la formulación del goce y la trágica situación del aborto voluntario no punible puedan ser tramitadas desde la elección, creencias y principios de las personas sin que se intente imponer una visión unidireccional a una sociedad heterogénea.
La imagen de un hospital de campaña que recoge al herido que voluntariamente se dirige a su encuentro o de una Iglesia que sale de si misma yendo hacia el indiferente y respetando su autonomía, dista mucho de las construcciones condenatorias basadas en la dicotomía de cielo e infierno que hasta hace muy poco se intentaron imponer a toda la comunidad. En una sociedad de estas características, seguramente podrán convivir de una manera más pacífica y tolerante una mujer que por sus convicciones religiosas no quiere practicarse un aborto cuando su vida o salud corra peligro o cuando el embarazo fue producto de una violación junto a una mujer que en dichas circunstancias resuelve interrumpir el embarazo, los heterosexuales y los homosexuales, los que usan métodos anticonceptivos y los que prefieren apostar a la naturaleza.
Los no creyentes nos diferenciamos de los creyentes en aquello que sucede después de la muerte; hasta que la finitud venga a nuestro encuentro y desde una espiritualidad compartida, tenemos muchas cosas en común para disfrutar en pos de evitar que nos convirtamos en un club de suicidas y muchas otras para debatir basadas en respetuosos desacuerdos morales. Esto solo es posible si el puente que no une es un Otro que todo no lo sabe ni lo puede, tal como se presenta Francisco.

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